martes, 4 de octubre de 2011
Love is a losing game
martes, 6 de septiembre de 2011
Sabes...
jueves, 18 de agosto de 2011
Dare you to move
sábado, 23 de julio de 2011
Me, myself & I
miércoles, 13 de julio de 2011
Siempre estarás tú
sábado, 2 de julio de 2011
Recuerdos del futuro
lunes, 20 de junio de 2011
Only time
domingo, 12 de junio de 2011
Cosas que nunca te dije
Quizás el amor verdadero sea una decisión, la decisión de jugártela por alguien, de entregarte a alguien sin pensar si te va a corresponder, si te va a hacer daño o si es el amor de tu vida. Quizás el amor no es algo que te ocurre, quizás sea algo que tú escoges.
Escapé de esta agitada ciudad. Salí de casa con lo primero que pillé, monté en el primer autobús que vi y me alejé lo máximo posible de todo lo que me rodea a diario para poner mi mente en blanco. Necesitaba pensar en lo bueno y lo malo, en los planes que tenía y en cómo se habían roto. Necesitaba dibujar una sonrisa en mi cara de la forma más absurda posible. Nada importaba, sólo ordenar las piezas en una sucesión ordenada de hechos. Cronología pura. Nada de soñar despierta y desear que las cosas hubieran sucedido de otra forma. Era el momento de ser realistas, tratar de volver a aquel momento y guardarlo para siempre, para no cometer otra vez los mismos errores.
Me perdí entre miradas. Las cosas no salieron como a mí me hubiera gustado. Creí haber perdido. Yo me perdí. Traté de sacar de lo malo algo bueno. Traté de seguir un patrón de comportamiento y creí tener la llave que abría todas las puertas que yo quería abrir, pero no, la llave no era la correcta. Por un momento nuestros lunares no sintonizaron, nuestras miradas escogieron caminos opuestos y nuestras manos dejaron de encajar a la perfección. Por un momento perdí la respiración y el desconcierto se apoderó de mí.
No sé si fue el frescor de la hierba entre mis pies o el sol del atardecer bañando mi cara, pero todo volvió a su sitio. Un suspiro marcó la inflexión del momento. Me había quitado un peso de encima, ¡qué más da que no fuera de la forma en que yo pretendía! A veces simplemente hay que empezar por volver al punto de partida, donde no había secretos ni caras cubiertas. Sin nada que esconder, mientras la verdad salía a flote, conocí una nueva forma de paz: la de no tener que jugar con información privilegiada más tiempo.
No. Las cosas no son perfectas, la vida es lo que ocurre mientras tú te empeñas en que las cosas sean diferentes, y tenemos que adaptarnos y sacar lo mejor de cada momento, direccionar las situaciones para aprovechar y sacar todo lo positivo de cada acción, incluso de aquellos momentos en que creemos que no podrían haber salido peor aún las cosas.
Me levanté, volví a coger el mismo autobús y regresé a mi pequeño lugar en el mundo: mi casa. Débil, cansada y, en cierto modo, derrotada. Pero mi conciencia había vuelto a relajarse. Ya no había nada que ocultar. Mañana sería otro día y estaba segura de que saldría el sol. Ya sabéis lo que dicen, “nunca llueve eternamente.”
lunes, 30 de mayo de 2011
Blinded by your lies
Me senté en las escaleras del parque. Llevaba corriendo casi una hora, intentando matar así la angustia que me quemaba por dentro y hundir en lo más profundo del olvido los recuerdos de nuestra última conversación. Mentiras. Una tras otra.
Te miré a los ojos y te pregunté a sabiendas de lo que estaba preguntando. Tú no sospechaste nada, o esa es la impresión que me dio. Jugué con información privilegiada y sí, de alguna manera te puse a prueba. No pestañeaste y ahí me dejaste tu regalo: una nueva mentira. ¿Por qué?
Tu engaño lleva a mi propio engaño. Sí, me engaño continuamente. Lágrimas de impotencia corren presurosas por mis mejillas, echando un pulso al orgullo y a la dignidad. Consigo levantarme con más energía de la que en realidad puedo controlar y me pongo a correr.
Aumento la velocidad, me derrumbo, caigo y vuelvo a levantarme. La desesperación y la agonía me elevan y vuelvo al camino, con más heridas cada vez. Trato de ganar una carrera, pero las consecuencias pueden ser mucho más graves al final. Puedo terminar por perderme a mí misma.
Vuelven a mi cabeza mil y una conversaciones, cosas en las que creía porque creía en ti. Con cada mentira siento una bofetada que me cruza la cara de un lado a otro y llega un nuevo desengaño. Fingir que te creo me resulta sencillo. Lo que no me resulta tan sencillo es esconder la risa nerviosa que me entra cuando estoy sola y pienso en lo patética que estoy resultando. ¿Cuándo piensas parar? Ya sabéis lo que dicen: una mentira lleva a la siguiente para, finalmente, convertirse en la pescadilla que se muerde la cola y formar una gran bola de mentiras encadenadas.
Ayer vi la película Pequeñas mentiras sin importancia y el mensaje era muy claro. En el momento en que traspasamos esa barrera y engañamos a las personas que queremos, perdemos el respeto. El amor, sea del tipo que sea, no consiste en eso, porque, antes o después, las mentiras salen a la luz y hacen muchísimo daño. Es uno de los peores dolores, lo sé porque cada vez que tú lo haces siento una pequeña punzada en el corazón y empiezo a sangrar. Al final el que espera, desespera, y mi salud mental empieza a correr peligro por intentar buscar excusas a tus mentiras y hacer como si nada pasase.
Estoy asustada por la verdad y cansada de la mentira. No lo hagas más, por favor te lo pido.
miércoles, 25 de mayo de 2011
Nobody's perfect
He creído soñar que iba caminando sobre una pradera en plena tarde de verano. El sol quemaba mi piel y me hacía sudar. Parecía como si fuese andando por el mismo infierno. El pasto amarillo que un día fue verde hierba no terminaba, era como un laberinto en el que nunca hallas el final, das y das vueltas pero no sabes dónde queda la salida. El camino se hacía interminable, el sudor iba en aumento y la desesperación era mi peor enemigo. Me maldecía por no haber llevado conmigo una botella de agua fresca que hiciera, en la medida de lo posible, el camino mucho más ameno.
En un momento dado he creído estar en el mismo punto de salida, pero claro, sin árboles y sin señales, sólo con la inmensidad rodeándome, era difícil saberlo. Harta de no saber qué dirección tomar me desplomé en el suelo, mis ojos fijos en el astro que quería fundirme y mezclarme con la tierra. Decidí cerrar los ojos implorando piedad, deseando que la pesadilla terminara y consiguiera encontrar la salida de vuelta a casa.
Nada más lejos de la realidad, porque en ese preciso instante reuní las fuerzas necesarias para abrir los ojos. El sol había desaparecido. Sí, me encontraba en el mismo lugar de antes, pero se había hecho de noche. Todavía no me había dado tiempo a sentirme extraña por lo que acababa de suceder cuando escuché su voz:
- -Levanta. Toma mi mano y levántate, por favor. Llevas demasiado tiempo ahí, tirada en el suelo.
- -¿Qué haces aquí? –Me sorprendí al ver a mi ángel de la guarda a mi lado. ¿Cómo me había encontrado?
- -¿Cómo que qué hago aquí? Vengo a buscarte y a llevarte a casa, al lugar del que no debiste salir… Al lugar en el que todo es seguro, para impedir que te pierdas, te desesperes y te rompas por dentro. ¿Ves las estrellas? Ellas nos guiarán.
No quise contestarle, sabía que tenía razón. Por buscar aventuras me perdí y no supe encontrar el camino. Simplemente necesitaba esa mano que me enseñara que el sol brilla, pero que no debe quemarnos. Debemos disfrutar de él todo lo que podamos, pero nunca dejar que nos haga daño. Espero que vosotros tengáis un ángel de la guarda como lo tengo yo. Si no fuera por él, todos los días me perdería, me quemaría y no sabría encontrar el camino de vuelta a casa. Gracias Pedro por ser mi ángel de la guarda particular.
martes, 17 de mayo de 2011
At the break of dawn
Otra noche que cae en Madrid. En cuestión de minutos la luz se torna en la más absoluta oscuridad, dando por finalizado otro día. Asomada a la ventana compruebo que no hay ni una sola nube en el cielo. El rumor de la noche me produce escalofríos y, por un instante, me siento sola. Desde el cielo de Madrid no se ven las estrellas, pero sé que están ahí, esperando a que yo las alcance y las acaricie con mis dedos. Pero no, hoy no estás aquí, así que el viaje a las estrellas tendré que dejarlo para otro día. Sé que a kilómetros de mí tú puedes estar viendo el mismo escenario y, sin embargo, tener pensamientos totalmente distintos.
A la noche le sucede el amanecer, el nacimiento de un nuevo día y, con él, nuevas esperanzas. Pero mientras tanto sé que dormiré sola, que probablemente sólo me acompañes en mis sueños para hacer el trámite más ameno y que, cuando despierte, todo volverá a ser igual. Estoy sola, es un hecho.
No te das cuenta, pero yo quiero todo contigo. Lo bueno y lo malo. Todo. Pero el tiempo apremia, y por mucho que digan que tenemos por delante toda la vida, es mentira. ¡Quién sabe si viviremos un mañana! Por eso quiero todo de ti hoy, ahora, en esta noche y mañana, al amanecer.
Sí, estoy sola. La verdad me abofetea, me deja sin respiración, como cada mañana. Y, con el desengaño, me doy cuenta de que quizás nunca serás para mí. Quizás estoy luchando por un imposible que sólo en sueños consigo convertir en realidad. Quizás estoy esperando que llueva en plena sequía. Pero da igual, somos humanos y en muchas ocasiones a quien menos atendemos es a la razón. Cuando tus sentidos más te dicen que debes alejarte, tú vas y te acercas más, desafiando a la suerte.
Cuando más alto vuelas, más duele el golpe cuando te estrellas.
domingo, 8 de mayo de 2011
Un recuerdo más
Estaba anocheciendo y la temperatura se notaba que empezaba a descender. Sólo por eso decidieron levantarse del césped del parque. La tarde había transcurrido entre risas, suspiros y algún que otro deseo oculto en los labios de ella.
Sin más, emprendieron el camino de regreso a casa. Una tarde para el recuerdo con la esperanza de que pronto se volviera a repetir. La cercanía se notaba más, las semanas iban pasando y los sentimientos iban naciendo en ella sin casi darse cuenta. Lento, sin avisar, como si pretendiera sorprenderla en cualquier momento. Pero ya era una realidad, ya se había alojado aquella sensación de angustia en su interior. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Hasta dónde iba a llegar esta historia?
Inmersa en sus propios pensamientos, continuó el camino, casi sin prestar atención a lo que él iba contando. Cuando se quiso dar cuenta él la tenía agarrada por la cintura y, como si de un acto reflejo se tratase, ella depositó sus brazos en torno a su cuello. Sin música, comenzaron a moverse como si estuvieran en una pista de baile sólo para ellos. El primer baile de su vida, abrazados, sin importar quién pasase por allí y lo que pudiese pensar. Sin venir a cuento, un comentario chistoso por parte de él los devolvió al parque, abandonando aquella pista que habían creado en su cabeza. Sólo bastó ese instante para que a ella se le hiciera un nudo en la garganta. ¡Daría cualquier cosa sólo para que ese momento durara para siempre!
Una tarde para el recuerdo. Un baile que sería el primero y el último de aquella primavera. Unos sentimientos que rompieron todo dique de contención que ella se había dedicado a construir durante los últimos años de su vida. Un corazón temeroso por la duda de si tendría que volver a trabajar en una reconstrucción, siendo consciente de lo que le había costado la última vez.
domingo, 1 de mayo de 2011
Hoy tengo ganas de ti
lunes, 25 de abril de 2011
Remember me
martes, 19 de abril de 2011
Te has marchado, ya te has ido
miércoles, 6 de abril de 2011
Calada hasta los huesos
sábado, 26 de marzo de 2011
Set the fire to the rain
Era una noche lluviosa de marzo y yo estaba esperándote debajo de aquel portal. Como siempre, de noche. Como siempre, llegabas tarde. Mi impaciencia iba en aumento. Mis nervios a flor de piel. Era una noche cualquiera de marzo, pero, de no ser por la lluvia, podría decirse que era cualquiera de todas nuestras citas.
El frío se apoderó de mis manos mientras yo, con vehemencia, trataba de calentarlas. Sin darme casi cuenta, mi corazón empezó a tiritar también. Se suponía que eras tú el que debía calentarlo… Se suponía que debía estar ardiendo por ti…
Las once de la noche. Ya llegabas media hora tarde. La gente pasaba por mi lado preguntándose qué es lo que una chica como yo estaba haciendo a esas horas en mitad de la calle sola con el tiempo que hacía. Esperándote. Esperando a que llegaras con tu sonrisa, con tus disculpas, que tú mismo sabías que repetías sin sentido, y con tus besos, esos que robaste a alguien en un momento dado y ahora te empeñas en repartir, sin sentido.
“¿Qué hago aquí? ¿Qué espero en realidad? ¿Lo mismo de siempre?” No pude dejar de preguntármelo mientras veía que las manecillas del reloj eran las que me mostraban la realidad. Una realidad que no quería ver pero que ahí estaba, delatándote. “No. Yo quiero más y él no me lo puede dar.”
Me levanté dispuesta a irme cuando a lo lejos te vi aparecer. No dijiste nada, sólo me miraste y, en un instante, comprendiste todo. Mi corazón estaba empezando a dejar de latir y sólo con una confesión podría haberse encendido de nuevo.
Clavaste tus ojos en los míos, esos que siempre te intimidaron porque expresaban más que mis propios labios. Una lágrima cae de ellos y, sin decir nada, lo dije todo. Había llegado el momento de la despedida por más que acabases de llegar. Una despedida que no se volvería a repetir. Yo, embargada por un frío que no había sentido nunca. Tú, con algunos besos que me robaste y que a partir de entonces empezarías a repartir.
jueves, 24 de febrero de 2011
Could have been you
Hoy he despertado y he abierto los ojos más que de costumbre, como si una venda se hubiera caído. Las mismas estrellas que un día nos vieron querernos me ven hoy a mí olvidarte.
Acabas de cerrar la puerta y te has llevado contigo mi inspiración. Adiós a esas promesas que no valen nada, que caen en saco roto. Adiós a los “quizás” y “puede que”. Tiraste a ganar y perdiste la batalla, o quizás perdí yo, quién sabe, todo depende del ángulo desde el que se mire.
¿No os ha pasado nunca que en una fecha señalada, como un cumpleaños, os han regalado una prenda de vestir que no os identificaba en absoluto? Unos zapatos, por ejemplo, con los que no os sentís cómodos. No queréis poner mala cara, al fin y al cabo la intención dicen que es lo que cuenta, pero por más que lo intentas, lo combinas de mil y una maneras posibles, pero te sigues mirando al espejo y notas que algo falla. El zapato y vosotros sois incompatibles se mire como se mire. Ese mismo sentimiento nos puede pasar con las personas en sus distintas versiones: amigos, parejas, compañeros de trabajo…
No se pueden forzar los sentimientos, esa es una gran verdad. Por más que desees con todas tus fuerzas que las cosas vayan sobre ruedas, que un buen día despiertes y sientas que todo sucede tal y como debería suceder, si no hay ese punto de conexión es imposible. No, ese zapato sigue sin quedarte bien. Al final sabes que, antes o después, terminará, en el mejor de los casos, desterrado al fondo del armario si no le depara un futuro peor y termina en la basura.
Las personas entran y salen. Que alguien que quieras que encaje perfectamente contigo no lo haga no es una derrota. Está bien creer en los improbables, pero cuando vemos que estamos ante un imposible yo soy de las que opta por matar a la esperanza. No va a ser más improbable por más que lo mire desde ángulos que no existen. Ya llegará ese zapato negro de tacón que combinará siempre en toda ocasión, con el que te sentirás cómoda y al que cuidarás siempre para que nunca se estropee. El día que menos te lo esperes entrarás en la tienda y allí estará, esperándote.
martes, 8 de febrero de 2011
¿Saltarías?
Todavía intento manejar la situación. Estoy en esa fase en la que tú actúas, yo actúo e intento no dar demasiado, no mostrar todo para que aún pueda dejar balas en la recámara. Espero un movimiento que me ayude a programar mi siguiente jugada, sin mostrar todas las cartas, engañarte, llevarte a mi terreno y, en el momento adecuado, sorprenderte sin ningún tipo de defensa posible.
Lo peor de los juegos de cartas viene cuando las apuestas son importantes. Hay quienes apuestan simples fichas, los que no creen en sus posibilidades y tienen miedo a perder. También hay otros que apuestan dinero esperando tener su día de suerte y obtener beneficios económicos considerables. Pero los grandes apostadores, los que de verdad arriesgan, no dan nada material en el juego, se juegan más, incluso si de su propia vida depende. Pero, ¿por qué apostar? Los hay a los que les gusta el riesgo. Esa sensación de poder perder todo en un momento por la esperanza de poder llevarse el premio gordo.
A mí me gustaría ser uno de esos que no tienen miedo, que se la juegan al todo por el todo. Simplemente se sientan en la silla, observan a su enemigo y preparan un buen ataque. A mí me gustaría derribar a todo tu ejército despacio, soldado por soldado, sin apenas darte cuenta, hasta que te tuviera en mis propias manos, sin ataque posible.
Pero yo no soy de esos que ven los órdagos sin pensarlo dos veces. Mi mente va por delante, no me deja actuar hasta que no está segura del resultado. ¿Sabes qué pasa? Que dicen que quien no arriesga no gana, y yo todavía estoy de pie, en la puerta del bar, mientras llueve, calada hasta los huesos y con un miedo atroz a jugar esta partida.
miércoles, 26 de enero de 2011
Si sale cara, sale bien...
Dicen que pocas veces a lo largo de nuestra vida conseguimos dejar atrás en lo que nos hemos convertido para regresar a nuestra esencia, a lo que éramos antes de que la vida nos sorprendiese con sus golpes.
Andas por la calle, te impregnas de la tranquilidad de tu rutina, antepones cualquier cosa a tus sentimientos, y, sin darte cuenta, te olvidas de un viejo amigo al que has ido descuidando con el tiempo: tu corazón.
Ya has hecho tus planes, has orientado tu vida, sigues los pasos que te has ido marcando a lo largo de los últimos años, hasta que un día empieza a hacer aire. Se vuelan los planos, pierdes el patrón a seguir, se alborota tu mundo y ya no sabes ni dónde estás.
Tú, que te habías olvidado de tu amigo. Tú, que ya no sabes ni qué estás pensando porque tu cabeza funciona más rápido de lo que eres capaz de asimilar. Tú, que de repente ves cómo se están encendiendo cientos de luces solas mientras luchas por apagarlas todas.
¿Sabes cuál sería el mejor regalo posible? Una moneda con dos caras, como en los episodios de aquella serie que me invitaba a soñar. Sí, quiero una moneda con dos caras. ¿Cara o cruz? ¡Cara! No puede salir mal… Y si sale mal, ¡qué más da! Al menos eres consciente de que has recuperado a tu querido amigo con el que tantas cosas has vivido… Y eso ya no te lo quita nadie.