Con el paso de los días no he aprendido a olvidar, pero sí a calmar la terrible necesidad de salir corriendo y gritar. De hecho no quiero olvidar, porque eso significaría que puedo volver a confiar en ti. A lo largo de estas interminables horas he buscado consuelo a través de las palabras, siempre amigas, para que me ayudasen a crecer para nunca más volver. Pero mi cama, esa donde no llegaste a echar el ancla, emprende una ardua batalla contra mí: la guerra de los recuerdos.
Hoy no puedo dejar de emprender viajes mentales al pasado, por todo lo que fue, y al futuro, por todo lo que no será. Pero con el tiempo se irán borrando nuestras huellas, esas que fuimos dejando en el corto trayecto que recorrimos juntos.
No te voy a echar de menos. No me voy a asignar ese castigo, y menos cuando la mentira y el engaño envolvieron el final de nuestros días. Me partiste en dos, pero no puedo odiarte por ello, ya que, en cierto modo, yo participé también viendo sólo lo que quería ver. Pero hoy brilla el sol. Hoy termina esta historia, escribiendo, de esta manera, la línea final.
La vida es muy corta y cada momento tiene su valor,
pero nos pasamos días enteros durmiendo
y años completos soñando.
P.D: Gracias por todos los comentarios que me habéis dejado en la entrada anterior,
me habéis hecho llorar y reír al mismo tiempo, incluso en días difíciles y tristes como el de hoy.
Nunca diré lo suficiente para agradeceros lo que me hacéis sentir.
Como ya os dije a algunos, en este post linkearía a alguien que me hubiera dejado un comentario especial,
y desde luego que todos me han encantado, pero hay una personita muy especial
que siempre me ha dejado comentarios que me han emocionado muchísimo.
La historia de cómo comenzó su blog siempre la recordaré, y es por ello por lo que
quiero mandar un fortísimo abrazo a mi querida Palabras tardías.
Un besazo enorme a todos y, una vez más, GRACIAS.