miércoles, 29 de diciembre de 2010

Retales de un año



Veintinueve de diciembre. Otro año más que termina. O eso se supone, porque el tiempo, en realidad, no para, no nos avisa de que comienza un nuevo año... ¡Como si eso cambiara las cosas!

Tumbada en la cama pienso en ciertos momentos de 2010. ¡Qué rápido se borra un instante de amor para dar pie a uno de odio! Basta un simple comentario para que todo cambie en un momento. Me da por pensar en cómo el amor y la guerra, los mejores y los peores sentimientos, se sostienen sobre los mismos cimientos. En cómo los momentos de mayor oscuridad se convierten en los de más valentía si nos enfrentamos a ellos. Es irónico que cuando más débil te sientes es cuando más fuerza eres capaz de demostrar. Cuando más bajo estás, tanto que crees que estás tocando fondo, comienzas a subir como la espuma.

Son opuestos colindantes que son fácilmente alterables. La desesperación puede tornar por una simple sonrisa de un desconocido; la confianza puede convertirse en miedo ante un suceso inesperado. Todo está al borde, al ras del suelo, esperando una señal, una pequeña sacudida que hace que las cosas se caigan. ¡Qué semejantes son entre sí los sentimientos!

Todos pasamos por ello. Nuestra negrura se ilumina un buen día, y es cuando se caen los muros del callejón sin salida en el que creías encontrarte y comienzas a avanzar.

La oscuridad deviene en luz en un instante. Continúo mirando el techo, pensando en todos los sentimientos cosechados en este tiempo. Me encuentro cuando hace sólo unas semanas estaba perdida, cuando todas las preguntas parecían no tener respuesta.

Un velo semitransparente cuelga de mis pensamientos. Me advierte de que lo que un día odié puede transformarse en amor. De que la desconfianza puede desaparecer en cualquier momento y convertirse en una niña inocente que come una piruleta roja, que libera su alma y que volverá a enamorarse sin límites, como la primera vez. Hoy puedes estar triste, pero miras al otro lado del velo y ves la felicidad. De la calma absoluta al desorden total, sin pausa, en un solo segundo. Es entonces cuando te das cuenta de lo que es la vida... y de las ganas que tienes de vivir.


PD: ¡Tic, toc! Se nos acaba el año.
¿Tenéis ya vuestros propósitos para el nuevo año? Muchos de ellos no llegaréis
a cumplirlos, pero está bien, siempre que la ilusión sea el propósito principal.
Sólo quería agradeceros a todos los que me habéis acompañado durante este trayecto
de viaje. Espero que en este 2011 que está a punto de empezar sigamos compartiendo
destino y vivencias.
Los sueños están dentro de nosotros, al igual que las ganas por llevarlos a cabo.
Yo lo voy a intentar, y espero que vosotros también.
Muchos besos y pasad buen fin de año.

martes, 7 de diciembre de 2010

Como la oscuridad, que se lo come todo


¿No os ha invadido nunca el sentimiento de que no sabéis a dónde pertenecéis? Como si el significado de la palabra hogar hubiera sido borrado del diccionario. Como si tratases de unir las piezas de un puzzle y no encajasen de ninguna manera. Es una sensación de pérdida del rumbo; pierdes el plano de tu vida y no consigues encontrar tu sitio. Tu sitio en el mundo. Vas saltando de lugar en lugar, esperando tener más suerte en esta ocasión, pero no, algo, siempre sucede algo que te dice que no, que este no es el sitio que estás buscando.

Terminas por pensar que la culpa es tuya, que no estás jugando bien, que quizás las instrucciones las estás leyendo mal, porque, seamos lógicos, la mala suerte no hace acto de presencia con tanta asiduidad.

¿Qué te queda? Esperar. Ese verbo que a las personas impacientes como yo nos saca de quicio. Y te vas a dormir, y mientras la oscuridad se lo come todo, incluso tu agonía, esperas que mañana el sol brille y te muestre el camino de vuelta a casa.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¡Corten!


Es momento de grandes despedidas. Se trata de alguien que hasta hace poco estaba en tu vida como uno de los actores principales de una película. Pero ese personaje fue deteriorándose, quemándose poco a poco, dejándose ver cada vez menos en escena, hasta que un buen día, ¡sorpresa!, desapareció.

Es entonces cuando todo el mundo se pregunta qué ha pasado. ¿Cómo alguien con tanto peso en tu vida pasa, en cuestión de semanas, a ocupar un lugar tan irrelevante?

De todas formas podría parecer “la crónica de una muerte anunciada”, ya que las relaciones, como los buenos papeles, hay que ganárselos, demostrar que se merecen por méritos propios. El problema es que hay actores que creen que están por encima de una evaluación continua, que, hagan lo que hagan, siempre seguirán mereciendo el Óscar.

Pues en este caso no. En este caso se ha perdido el papel, he cortado la escena en el preciso instante en que no me ha gustado lo que veía. Porque ésta es mi película. Porque ésta es mi vida. Porque aquí mando yo. Porque yo soy la directora. Porque se acabaron las oportunidades. Porque hoy me he armado de valor y he matado a tu personaje.

viernes, 29 de octubre de 2010

Con los ojos cerrados


Llegas. Me das dos besos. Te vas. Cierro los ojos y trato de imaginar que vuelves. Lo consigo. Tu imagen vuelve a mi mente y me propongo recrear cómo me gustaría que sucedieran las cosas. Es una tarea muy sencilla, ya que siempre se me dio bien soñar despierta. Es como una realidad paralela que, en verdad, no es ni realidad ni paralela.

Al menos me da la suficiente fuerza para arrancar una sonrisa, para hacer posibles las cosas imposibles. Porque es imposible que abra los ojos y vuelvas a estar delante de mí. Porque es imposible que me digas que todo va a ir bien, que no tengo que asustarme y que puedo dejar de odiarte. Pero no, a día de hoy te odio. Cada día que te veo te odio más. Cada día que me dices cosas que no deberías decirme, pero que me muero por escuchártelas pronunciar frente a mi cara, crece mi odio por ti. Porque a medida que crece ese odio crecen las ganas. Las ganas que tengo de ti.

Ganas que son directamente proporcionales a la ansiedad que me provocas. Cuando no te tengo cerca y pasa un tiempo sin verte, ambas, ganas y ansiedad, disminuyen. El problema surge cuando, como por arte de magia, apareces delante de mí, me da un vuelco el estómago y empiezas a revolver mis libros, mi pelo y, sin quererlo, mi mundo. Porque para ti puede que todo esto sea un juego divertido, pero a mí no me gustan los juegos en los que se apuesta el corazón.

sábado, 16 de octubre de 2010

Nunca es suficiente...


" De eso tengo miedo. De no ser suficiente. No lo bastante buena, no lo bastante lista,
no lo bastante guapa." - Brooke Davis

A veces las barreras nos las imponemos nosotros mismos. A veces las barreras vienen impuestas por agentes externos. Eso da igual. Al fin y al cabo el resultado es el mismo: una lucha constante por mejorar, por sentirse medianamente importante y ver reconocido el esfuerzo.

Siempre he visto esta serie, desde el primer episodio. Muchas cosas me han impactado a lo largo de la misma, pero en esta ocasión, Brooke describió perfectamente un sentimiento que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida. El sentimiento de que hagas lo que hagas, nunca será suficiente. Siempre tendrás que hacer un esfuerzo mayor para que se te reconozca. Si no lo consigues, pasarás desapercibida.

Puede que, en la búsqueda de dicho reconocimiento, terminemos por llamar la atención de la forma equivocada y la gente se haga una idea errónea de nosotros mismos. Pero es parte del guión, siempre pasa.

Siempre habrá alguien mejor que tú en todo, pero cuando no te gusta perder, cuando todo lo que quieres es alcanzar lo que anhelas, y nadie repara en tu presencia, en tu esfuerzo, en tus sueños…, parece que nada merezca la pena. Es la sensación que tienes de estar por detrás de alguien siempre, lo cual no es malo, significa que puedes tener margen de mejora. El problema viene cuando no tienes ni una sola oportunidad para lucirte, cuando lo intentas, lo intentas más fuerte la siguiente vez, y la próxima, y parece que todo queda reducido a nada.

Impotencia. Ese es el sentimiento estrella. Finalmente alguien llega, te intenta abrir los ojos como muchas otras personas lo han intentado antes de forma fallida. La lucha da frutos, valorar tu propio esfuerzo en el camino es lo que tienes que aprender a hacer. ¡Qué fácil resulta decirlo! Pero el miedo está ahí, esperándote en la puerta, acompañándote cada día dispuesto a hacerte sentir realmente mal por cada fallo que cometas, por cada error cometido, por cada logro no conseguido por ti. Ahí está, y por más que trates de correr y alejarte de él, siempre es más rápido, te alcanza y te supera.

Es imposible. Por más que lo intentes, de momento no será suficiente. Quizás algún día, pero hasta que ese día llegue seguirás tratando de hacerte notar de la forma equivocada, seguirás luchando, seguirás teniendo miedo a fallar y seguirás buscando tu oportunidad de brillar, de hacer que merezca la pena.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Casi sin mirarte...

Es increíble como, a veces, sin darte cuenta, alguien entra porque sí en tu vida y pone todo patas arriba. ¿Quién te ha dado permiso? Vale, de acuerdo, quizás haya sido yo… Pero, ¿por qué?

En realidad adoro ser tan desconfiada y que se me de tan bien guardar las distancias cuando siento que puedo caer, que me pueden hacer caer. Siempre tengo un plan B, uno de esos que me hacen sentir segura. Pero hay ocasiones en las que no sirve de nada prevenir porque al final terminas teniéndote que curar por haber saltado desde la azotea sin miedo. Es por eso por lo que estoy asustada, porque sé que no hay un colchón esperándome bajo el precipicio.

Qué más quisiera yo que poder asumir riesgos si la esperanza me diera razones para pensar que sí. Cierto es que la esperanza no ha hecho acto de presencia, pero hoy las señales me mostraban el camino. Sí, esas señales que un amigo me enseñó a interpretar hace años, esas que te dan el impulso necesario. En esta ocasión ha venido acompañada de una canción maravillosa. Todo parecía perfecto… Pero no, tan sólo era un escenario y una interpretación, esa película que creo estar viendo ahora mismo y que seguramente, cuando me meta en la cama, querré seguir visualizando. Mañana es cuando todo volverá a su sitio, la sensatez volverá a mí y yo, mientras tiro de resignación, asumiré por imposible cualquier tipo de oportunidad.

Pero hoy, ¿quién me impide sonreír hoy ante tal posibilidad? Hoy quiero creer que todavía hay esperanza para mí, que no estoy vacía, que mi corazón aún puede acelerarse con una simple mirada. ¿Mañana? ¿A quién le importa lo que pase mañana?

jueves, 2 de septiembre de 2010

Bofetones del pasado


¿Nunca os ha ocurrido el acudir a un sitio al que hace mucho tiempo que no vais y que mil recuerdos os abofeteen la cara? Un sitio al que habéis llamado casa, en el que os habéis sentido bien, donde os han ocurrido cosas maravillosas.

Hoy he retrocedido cuatro años. He acudido al lugar en el que he pasado toda mi adolescencia. Un lugar al que no volvía desde hacía ya años, y me he reencontrado conmigo misma, con aquella niña de diecisiete años que quería comerse el mundo. Me he visto andando por los pasillos, riendo, charlando, preocupada por un examen que no me había salido como yo esperaba. He visto el escenario de seis años de mi vida en el que, para mí, yo era la protagonista junto con la gente que me importaba.

Justo al cruzar la puerta de entrada he sentido ese beso del primer día del último año de clase. Ese beso que me diste tú, querido amigo, mientras me abrazabas y subíamos las escaleras a nuestra clase, a nuestras dos mesas juntas, a esas dos sillas. ¿Cuántas horas habremos pasado sentados juntos? Seguro que tantas como horas te he echado de menos desde que no estás a mi lado.

Al entrar en el recibidor te he recordado a ti, sentada en el banco de la entrada, mirando a los chicos pasar, cotilleando y riendo antes de que sonara el timbre que nos anunciaba el comienzo de las clases. ¡Qué pocas ganas tenias de pasar seis horas allí, sentada, mirando las horas pasar!

Cuando estaba sintiendo en la piel tantas emociones juntas he escuchado ese calificativo tan propio de él, pero tan impropio para su condición. ¡Qué alegría! He notado cómo empezaba a temblar… ¿Quién iba a venir a verte si no era yo? ¿Quién se iba a alegrar más de verme si no eras tú? Siempre te hará ilusión que te cuente cómo me va la vida desde que dejé atrás todo esto, y a mí siempre me encantará contártelo, porque sé que tú sí que te alegras de verdad.

Besos, abrazos, preguntas de interés por cómo me había ido todo en estos años…
“¿Ya empiezas cuarto? Pero si no hace tanto tiempo que te fuiste de aquí.” ¡Ay, Marta! Sí que pasa el tiempo, sí, aunque tú sigas teniendo la misma carita de niña que siempre.
“¡Qué ambiciosa eres! Tú siempre has luchado por lo que querías.” ¡Qué ternura me has despertado después de tanto tiempo! ¡Qué mayor estás! Pero, al fin y al cabo, esa es tu casa, es donde perteneces y, de alguna forma, el sitio te pertenece también a ti.

He preferido recordar las cosas buenas que me siguen sacando una sonrisa a día de hoy, ya que no merecía la pena recordar en un sitio al que tengo tantísimo cariño las cosas no tan buenas, y las cosas que fueron buenas en su día y que luego me provocaron dolor.

Así pues, hoy no puedo quitarme de la cabeza tu pelo recién cortado, nuestras miradas cómplices y nuestras risas interminables. Tampoco puedo olvidarme de tus consultas constantes al reloj, tus malas caras los lunes y tus sonrisas a la hora de descubrir a los chicos nuevos cada año. Porque no puedo dejar de sonreír mientras recuerdo que gracias a ti estoy estudiando esta carrera que no veía para mí pero con la que tú sabías que me terminaría por identificar. Porque viste en mí algo que ni yo misma veía, porque confiaste en mí, porque me hiciste creer que era más que capaz.

Porque al fin y al cabo la vida no era tan mala junto a vosotros. Por eso hoy os dedico mi atención, mi tiempo y mi sonrisa bañada de lágrimas por la nostalgia de momentos de inmensa felicidad.

Por todos vosotros, que hacéis que quiera seguir luchando y evolucionando para que sigáis sintiéndoos orgullosos de mí. Siempre formaréis parte de mi vida.


miércoles, 18 de agosto de 2010

Almas gemelas


Hace meses, viendo uno de mis episodios favoritos de Sexo en Nueva York, se quedó rondando por mi cabeza una de las reflexiones de Carrie. Hoy, que pudiera parecer que es un día más de un mes de agosto que parece no terminar, ha regresado a mi cabeza en forma de ecuación resuelta.

Almas gemelas. Refleja la creencia de que en alguna parte del mundo existe alguien hecho a tu medida y que posee la llave que abre tu corazón. Se supone que todo lo que hay que hacer es emprender una búsqueda que, en algunos casos, parece no tener fin. De hecho, el mundo es un lugar lo suficientemente grande para que una se canse de buscar. ¿Quién te asegura que a tu alma gemela no le hayan robado la llave de tu corazón? O, simplemente, que crea haber encontrado su propia alma gemela. ¿Le vas a explicar que no está en lo cierto? Y, además, puede que, como dice Carrie, creas que es tu alma gemela y termine por resultar un concursante más de ese juego del “fueron felices para siempre”.

Carrie se hace mayor, cumple años y, con todo el dolor de su corazón, no tiene al lado a un hombre al que pueda llamar alma gemela. Se siente sola, vacía. Lo gracioso del episodio llega cuando Charlotte resuelve un enigma que nos trae por el camino de la amargura a más de una y de dos “mujeres desesperadas”: las almas gemelas no tienen que venir de la mano de una relación de pareja, hay otro tipo de almas gemelas, como ellas cuatro.

Hoy, como habréis comprobado ya, he vuelto a ver el episodio y me he dado cuenta de que deseo con todas mis fuerzas volver a mi pisito de Madrid porque estaré volviendo a mi casa. Puede parecer una locura, pero cuando una tiene hecha ya su vida lejos del nido, no hay nada como esa sensación de volver a la rutina. Si a eso le sumamos el que viva con dos pequeñas almas gemelas, la combinación resulta perfecta.

Porque necesito mi casa para sentirme plena. Porque necesito tu espontaneidad y lo desenfadada que eres para provocarme sonrisas. Porque necesito tu sensatez y comprensión para sentirme segura. Porque vosotras formáis parte de mi casa y, desde luego, de mi segunda familia.

Y todo esto, ¿a qué viene? Viene a que en numerosas ocasiones me planteo la duda existencial de si, en algún lugar del mundo, me estará esperando mi alma gemela. ¡Qué locura! Ya las tengo, me rodean. Además, como me decía el otro día otra pequeña alma gemela en forma de amigo: “¡Por favor! Soy joven, ¿quién quiere complicarse la vida con algo estable? Quiero drama. ¡Dame drama!”

Esa es la conclusión. Ya tengo almas gemelas a mi alrededor. En las próximas semanas haré veintiún años, ¿quién quiere seriedad? Soy joven, ¡dame drama!

lunes, 9 de agosto de 2010

Por un tiempo en el que parecíamos eternos

Aquí, sentada, una noche cualquiera, una conversación más y, sin darme apenas cuenta, soy consciente del paso del tiempo. Un simple vistazo a mensajes en el móvil de años anteriores te hacen volar a una realidad pasada que es más lejana de lo que a simple vista parece. Es entonces cuando corro en busca de fotografías que me ayuden a visualizar aquellos momentos. Parecíamos felices, despreocupados por lo que nos tendría preparado la vida en los años que estaban por venir.

Es entonces cuando la evidencia me vence por completo, y es que te siento tan cerca y a la vez tan lejos… Hemos ido construyendo nuestras vidas con sacrificio, dejando algunas cosas en el camino que no nos hacían bien y de las que nos ha costado desprendernos. Dime, si me miras ahora, ¿a quién ves? Es esto en lo que esperabas que me convirtiera, siempre lo dijiste y, de alguna forma, te lo debo también a ti. Muchas personas han pasado por mi vida, algunas de ellas dejaron de caminar por mi mismo sendero, pero tu sigues ahí, caminando conmigo, desde la distancia, pero, al fin y al cabo, nuestra distancia.

Echo la vista atrás y me mareo al contar años. ¿En qué momento perdí la noción del tiempo? Nunca me planteé que no estuvieras en mi vida y tampoco hizo falta, estabas ahí. Ahora tampoco haría falta, sigues ahí. Pero algo ha cambiado. Quizás es esta nueva etapa en la que nos alejan más cosas de las que nos acercan. No me importa, sabes que siempre he sido guerrera e inconformista. ¿El destino se empeña en separarnos? ¡Al cuerno con el destino! Siempre serás parte de mi porque has contribuido a crear lo que soy a día de hoy.

2020, ¿recuerdas? Será un juego de tontos, ¡pero es nuestro juego! ¿Capaz o incapaz?


miércoles, 28 de julio de 2010

Tan pronto como llegas, te vas.


Todos estamos acostumbrados a lidiar con el mítico amor de verano. La mayoría lo calificaríamos de perecedero, de improbable duración a largo plazo. Pero, a veces, lo que empieza como simple ilusión estival puede terminar por convertirse en algo serio, rompiéndose de esta manera la regla general.

Tras un largo invierno, de rutinas, de trabajo y, por consiguiente, de cansancio, llegan tiempos de cambios, por cortos que puedan parecer. A veces es suficiente con un simple viaje a la playa, con acudir a visitar a familiares en un pueblo del que nadie ha oído hablar, para relajar nuestras mentes y darnos un respiro. Es entonces cuando estamos más predispuestos a conocer gente, relacionarnos y terminar por caer en los brazos de un amor que, pese a tener fecha de caducidad, marca nuestros días de descanso.

Pero, ¿quién te dice que ese amor de verano no vuelva a hacer acto de presencia justo un año después? De hecho, muchos de nosotros hemos vivido algo así como un curso cíclico con el que parece que el destino trata de reírse de nosotros, abriéndonos los ojos y tratando de escribir un nuevo final a nuestra historia.

Están ese tipo de amores que se quemaron por culpa del sol y que tan sólo quieren pasar página, ver cómo su piel se renueva, empezando de cero, y esperar no quemarse otra vez por un nuevo sol. No obstante, hay otros que desean vivir un deja vú, experimentar sensaciones ya vividas tratando de renovarlas, esperando que, en esta ocasión, ese momento dure para siempre y la fecha de caducidad no termine por llegar.

Aun así, una cosa es cierta: el verano pasa, el moreno se irá perdiendo con la entrada del otoño y la luz se irá apagando progresivamente. Pero, y como aquellos que dicen que la energía no se destruye, sino que se transforma, el verano dará paso a una nueva temporada, el principio de una nueva época y, como cada año, todos terminaremos mirando hacia el futuro.

lunes, 19 de julio de 2010

Y mañana, ¿qué será de mañana?



- Solíamos hablar de nuestro futuro, de lo perfecto que seria, ¿recuerdas?

- Sí.

- ¿Qué ha pasado?¿Cuándo se fastidió todo? Esto no es lo que tenia que pasar. Ya no sé quién soy ni qué se supone que debo hacer. Me siento tan...

- Perdida... ¿Recuerdas cuando me hacías ver una y otra vez tus películas favoritas? Me volvías loco.

- ¿Eso es una frase de ánimo?

- Y por fin te pregunté por qué te gustaba ver películas que ya habías visto. ¿Y recuerdas qué me dijiste?

- Me gusta saber cómo van a acabar las cosas...

- Exactamente...





Hace un tiempo, un conocido que terminó por convertirse en amigo y que, a día de hoy, no es ni una cosa ni otra, me dijo que odiaba una faceta mía con todas sus fuerzas: la manía de hacer esquemas. Cualquier faceta de mi vida estaba programada, no dejaba nada fuera de planificación.

Cierto es que no me gusta la incertidumbre ni dejar un atisbo de margen a la improvisación. Me siento vulnerable si no consigo medir cada acción o, cuanto menos, predecirla con el tiempo necesario para sopesar la reacción posterior.

Vargas Llosa dijo que la incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar. A mi tampoco me ha gustado nunca deshojar la margarita. En lo que a mi respecta todo lo que queda en el aire no es de fiar, y aquello que no es de fiar no me produce serenidad, al contrario, hace que mi brújula comience a dar vueltas sin sentido, buscando un norte que parece no encontrar.

A mi también me gusta ver películas que ya he visto porque sé cómo van a terminar las cosas. Me encanta parafrasear los diálogos, saber qué ocurrirá en la próxima escena…

Adoro sentir la seguridad de que puedo anticiparme emocionalmente a los hechos, tanto si son alegrías como desgracias. El problema es que nuestras vidas no consisten en ver Un paseo para recordar por enésima vez sabiendo que Mandy Moore morirá al final de la película. Nuestras vidas están plagadas de momentos de incertidumbre en los que nos sentiremos perdidos por no saber dónde nos dirigirá esta vez la brújula.


sábado, 10 de julio de 2010



Blanco. Silencio. El blanco se ha adueñado de mi vida.

Es curioso contemplar como tus días se enmarañan, ver como te adentras en un bucle de errores, de arrepentimientos, de laberintos mientras luchas en busca de la salida. ¿La salida hacia qué lugar? Siempre queremos evolucionar, cambiar, seguir el camino que trazamos antes de recorrerlo. Cuantas veces habré maldecido la estabilidad, la rutina, y, sin embargo, hoy me parece un tesoro que echo de menos. Normalidad, ¡qué poco la valoramos y cómo la echamos de menos cuando nos falta!

Confucio dijo que el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro mayor. Pero, ¿cómo podemos enmendar los errores que aún no entendemos cómo pudimos cometer? ¿Qué nos llevó allí? ¿Por qué no nos dimos cuenta antes, justo antes de llevar nuestras acciones a cabo, de que estábamos errando? Yo, que me consideraba una persona sensata, yo que creía haber encontrado la forma de trazar el camino, mi camino, me he perdido.

También dicen que se aprende de los errores que cometes, pero quizás la lección no nos ayude a evolucionar y, en su lugar, nos encerremos en nosotros mismos, temiendo volver a caer de nuevo.

El blanco se ha adueñado de mi vida. Sé que es ahora cuando debo actuar, cuando no debo permitir que el blanco se convierta en infinito. No puedo permitir que el silencio se haga un molesto compañero en el viaje en busca de la salida. Quizás la solución esté en encontrar el color con el que deseo teñir este blanco actual y, con ello, encontrar la salida. ¿La salida hacia dónde? Hacia la normalidad.