viernes, 29 de octubre de 2010

Con los ojos cerrados


Llegas. Me das dos besos. Te vas. Cierro los ojos y trato de imaginar que vuelves. Lo consigo. Tu imagen vuelve a mi mente y me propongo recrear cómo me gustaría que sucedieran las cosas. Es una tarea muy sencilla, ya que siempre se me dio bien soñar despierta. Es como una realidad paralela que, en verdad, no es ni realidad ni paralela.

Al menos me da la suficiente fuerza para arrancar una sonrisa, para hacer posibles las cosas imposibles. Porque es imposible que abra los ojos y vuelvas a estar delante de mí. Porque es imposible que me digas que todo va a ir bien, que no tengo que asustarme y que puedo dejar de odiarte. Pero no, a día de hoy te odio. Cada día que te veo te odio más. Cada día que me dices cosas que no deberías decirme, pero que me muero por escuchártelas pronunciar frente a mi cara, crece mi odio por ti. Porque a medida que crece ese odio crecen las ganas. Las ganas que tengo de ti.

Ganas que son directamente proporcionales a la ansiedad que me provocas. Cuando no te tengo cerca y pasa un tiempo sin verte, ambas, ganas y ansiedad, disminuyen. El problema surge cuando, como por arte de magia, apareces delante de mí, me da un vuelco el estómago y empiezas a revolver mis libros, mi pelo y, sin quererlo, mi mundo. Porque para ti puede que todo esto sea un juego divertido, pero a mí no me gustan los juegos en los que se apuesta el corazón.

sábado, 16 de octubre de 2010

Nunca es suficiente...


" De eso tengo miedo. De no ser suficiente. No lo bastante buena, no lo bastante lista,
no lo bastante guapa." - Brooke Davis

A veces las barreras nos las imponemos nosotros mismos. A veces las barreras vienen impuestas por agentes externos. Eso da igual. Al fin y al cabo el resultado es el mismo: una lucha constante por mejorar, por sentirse medianamente importante y ver reconocido el esfuerzo.

Siempre he visto esta serie, desde el primer episodio. Muchas cosas me han impactado a lo largo de la misma, pero en esta ocasión, Brooke describió perfectamente un sentimiento que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida. El sentimiento de que hagas lo que hagas, nunca será suficiente. Siempre tendrás que hacer un esfuerzo mayor para que se te reconozca. Si no lo consigues, pasarás desapercibida.

Puede que, en la búsqueda de dicho reconocimiento, terminemos por llamar la atención de la forma equivocada y la gente se haga una idea errónea de nosotros mismos. Pero es parte del guión, siempre pasa.

Siempre habrá alguien mejor que tú en todo, pero cuando no te gusta perder, cuando todo lo que quieres es alcanzar lo que anhelas, y nadie repara en tu presencia, en tu esfuerzo, en tus sueños…, parece que nada merezca la pena. Es la sensación que tienes de estar por detrás de alguien siempre, lo cual no es malo, significa que puedes tener margen de mejora. El problema viene cuando no tienes ni una sola oportunidad para lucirte, cuando lo intentas, lo intentas más fuerte la siguiente vez, y la próxima, y parece que todo queda reducido a nada.

Impotencia. Ese es el sentimiento estrella. Finalmente alguien llega, te intenta abrir los ojos como muchas otras personas lo han intentado antes de forma fallida. La lucha da frutos, valorar tu propio esfuerzo en el camino es lo que tienes que aprender a hacer. ¡Qué fácil resulta decirlo! Pero el miedo está ahí, esperándote en la puerta, acompañándote cada día dispuesto a hacerte sentir realmente mal por cada fallo que cometas, por cada error cometido, por cada logro no conseguido por ti. Ahí está, y por más que trates de correr y alejarte de él, siempre es más rápido, te alcanza y te supera.

Es imposible. Por más que lo intentes, de momento no será suficiente. Quizás algún día, pero hasta que ese día llegue seguirás tratando de hacerte notar de la forma equivocada, seguirás luchando, seguirás teniendo miedo a fallar y seguirás buscando tu oportunidad de brillar, de hacer que merezca la pena.