miércoles, 29 de diciembre de 2010

Retales de un año



Veintinueve de diciembre. Otro año más que termina. O eso se supone, porque el tiempo, en realidad, no para, no nos avisa de que comienza un nuevo año... ¡Como si eso cambiara las cosas!

Tumbada en la cama pienso en ciertos momentos de 2010. ¡Qué rápido se borra un instante de amor para dar pie a uno de odio! Basta un simple comentario para que todo cambie en un momento. Me da por pensar en cómo el amor y la guerra, los mejores y los peores sentimientos, se sostienen sobre los mismos cimientos. En cómo los momentos de mayor oscuridad se convierten en los de más valentía si nos enfrentamos a ellos. Es irónico que cuando más débil te sientes es cuando más fuerza eres capaz de demostrar. Cuando más bajo estás, tanto que crees que estás tocando fondo, comienzas a subir como la espuma.

Son opuestos colindantes que son fácilmente alterables. La desesperación puede tornar por una simple sonrisa de un desconocido; la confianza puede convertirse en miedo ante un suceso inesperado. Todo está al borde, al ras del suelo, esperando una señal, una pequeña sacudida que hace que las cosas se caigan. ¡Qué semejantes son entre sí los sentimientos!

Todos pasamos por ello. Nuestra negrura se ilumina un buen día, y es cuando se caen los muros del callejón sin salida en el que creías encontrarte y comienzas a avanzar.

La oscuridad deviene en luz en un instante. Continúo mirando el techo, pensando en todos los sentimientos cosechados en este tiempo. Me encuentro cuando hace sólo unas semanas estaba perdida, cuando todas las preguntas parecían no tener respuesta.

Un velo semitransparente cuelga de mis pensamientos. Me advierte de que lo que un día odié puede transformarse en amor. De que la desconfianza puede desaparecer en cualquier momento y convertirse en una niña inocente que come una piruleta roja, que libera su alma y que volverá a enamorarse sin límites, como la primera vez. Hoy puedes estar triste, pero miras al otro lado del velo y ves la felicidad. De la calma absoluta al desorden total, sin pausa, en un solo segundo. Es entonces cuando te das cuenta de lo que es la vida... y de las ganas que tienes de vivir.


PD: ¡Tic, toc! Se nos acaba el año.
¿Tenéis ya vuestros propósitos para el nuevo año? Muchos de ellos no llegaréis
a cumplirlos, pero está bien, siempre que la ilusión sea el propósito principal.
Sólo quería agradeceros a todos los que me habéis acompañado durante este trayecto
de viaje. Espero que en este 2011 que está a punto de empezar sigamos compartiendo
destino y vivencias.
Los sueños están dentro de nosotros, al igual que las ganas por llevarlos a cabo.
Yo lo voy a intentar, y espero que vosotros también.
Muchos besos y pasad buen fin de año.

martes, 7 de diciembre de 2010

Como la oscuridad, que se lo come todo


¿No os ha invadido nunca el sentimiento de que no sabéis a dónde pertenecéis? Como si el significado de la palabra hogar hubiera sido borrado del diccionario. Como si tratases de unir las piezas de un puzzle y no encajasen de ninguna manera. Es una sensación de pérdida del rumbo; pierdes el plano de tu vida y no consigues encontrar tu sitio. Tu sitio en el mundo. Vas saltando de lugar en lugar, esperando tener más suerte en esta ocasión, pero no, algo, siempre sucede algo que te dice que no, que este no es el sitio que estás buscando.

Terminas por pensar que la culpa es tuya, que no estás jugando bien, que quizás las instrucciones las estás leyendo mal, porque, seamos lógicos, la mala suerte no hace acto de presencia con tanta asiduidad.

¿Qué te queda? Esperar. Ese verbo que a las personas impacientes como yo nos saca de quicio. Y te vas a dormir, y mientras la oscuridad se lo come todo, incluso tu agonía, esperas que mañana el sol brille y te muestre el camino de vuelta a casa.