Hace meses, viendo uno de mis episodios favoritos de Sexo en Nueva York, se quedó rondando por mi cabeza una de las reflexiones de Carrie. Hoy, que pudiera parecer que es un día más de un mes de agosto que parece no terminar, ha regresado a mi cabeza en forma de ecuación resuelta.
Almas gemelas. Refleja la creencia de que en alguna parte del mundo existe alguien hecho a tu medida y que posee la llave que abre tu corazón. Se supone que todo lo que hay que hacer es emprender una búsqueda que, en algunos casos, parece no tener fin. De hecho, el mundo es un lugar lo suficientemente grande para que una se canse de buscar. ¿Quién te asegura que a tu alma gemela no le hayan robado la llave de tu corazón? O, simplemente, que crea haber encontrado su propia alma gemela. ¿Le vas a explicar que no está en lo cierto? Y, además, puede que, como dice Carrie, creas que es tu alma gemela y termine por resultar un concursante más de ese juego del “fueron felices para siempre”.
Carrie se hace mayor, cumple años y, con todo el dolor de su corazón, no tiene al lado a un hombre al que pueda llamar alma gemela. Se siente sola, vacía. Lo gracioso del episodio llega cuando Charlotte resuelve un enigma que nos trae por el camino de la amargura a más de una y de dos “mujeres desesperadas”: las almas gemelas no tienen que venir de la mano de una relación de pareja, hay otro tipo de almas gemelas, como ellas cuatro.
Hoy, como habréis comprobado ya, he vuelto a ver el episodio y me he dado cuenta de que deseo con todas mis fuerzas volver a mi pisito de Madrid porque estaré volviendo a mi casa. Puede parecer una locura, pero cuando una tiene hecha ya su vida lejos del nido, no hay nada como esa sensación de volver a la rutina. Si a eso le sumamos el que viva con dos pequeñas almas gemelas, la combinación resulta perfecta.
Porque necesito mi casa para sentirme plena. Porque necesito tu espontaneidad y lo desenfadada que eres para provocarme sonrisas. Porque necesito tu sensatez y comprensión para sentirme segura. Porque vosotras formáis parte de mi casa y, desde luego, de mi segunda familia.
Y todo esto, ¿a qué viene? Viene a que en numerosas ocasiones me planteo la duda existencial de si, en algún lugar del mundo, me estará esperando mi alma gemela. ¡Qué locura! Ya las tengo, me rodean. Además, como me decía el otro día otra pequeña alma gemela en forma de amigo: “¡Por favor! Soy joven, ¿quién quiere complicarse la vida con algo estable? Quiero drama. ¡Dame drama!”
Esa es la conclusión. Ya tengo almas gemelas a mi alrededor. En las próximas semanas haré veintiún años, ¿quién quiere seriedad? Soy joven, ¡dame drama!
Almas gemelas. Refleja la creencia de que en alguna parte del mundo existe alguien hecho a tu medida y que posee la llave que abre tu corazón. Se supone que todo lo que hay que hacer es emprender una búsqueda que, en algunos casos, parece no tener fin. De hecho, el mundo es un lugar lo suficientemente grande para que una se canse de buscar. ¿Quién te asegura que a tu alma gemela no le hayan robado la llave de tu corazón? O, simplemente, que crea haber encontrado su propia alma gemela. ¿Le vas a explicar que no está en lo cierto? Y, además, puede que, como dice Carrie, creas que es tu alma gemela y termine por resultar un concursante más de ese juego del “fueron felices para siempre”.
Carrie se hace mayor, cumple años y, con todo el dolor de su corazón, no tiene al lado a un hombre al que pueda llamar alma gemela. Se siente sola, vacía. Lo gracioso del episodio llega cuando Charlotte resuelve un enigma que nos trae por el camino de la amargura a más de una y de dos “mujeres desesperadas”: las almas gemelas no tienen que venir de la mano de una relación de pareja, hay otro tipo de almas gemelas, como ellas cuatro.
Hoy, como habréis comprobado ya, he vuelto a ver el episodio y me he dado cuenta de que deseo con todas mis fuerzas volver a mi pisito de Madrid porque estaré volviendo a mi casa. Puede parecer una locura, pero cuando una tiene hecha ya su vida lejos del nido, no hay nada como esa sensación de volver a la rutina. Si a eso le sumamos el que viva con dos pequeñas almas gemelas, la combinación resulta perfecta.
Porque necesito mi casa para sentirme plena. Porque necesito tu espontaneidad y lo desenfadada que eres para provocarme sonrisas. Porque necesito tu sensatez y comprensión para sentirme segura. Porque vosotras formáis parte de mi casa y, desde luego, de mi segunda familia.
Y todo esto, ¿a qué viene? Viene a que en numerosas ocasiones me planteo la duda existencial de si, en algún lugar del mundo, me estará esperando mi alma gemela. ¡Qué locura! Ya las tengo, me rodean. Además, como me decía el otro día otra pequeña alma gemela en forma de amigo: “¡Por favor! Soy joven, ¿quién quiere complicarse la vida con algo estable? Quiero drama. ¡Dame drama!”
Esa es la conclusión. Ya tengo almas gemelas a mi alrededor. En las próximas semanas haré veintiún años, ¿quién quiere seriedad? Soy joven, ¡dame drama!