miércoles, 28 de julio de 2010

Tan pronto como llegas, te vas.


Todos estamos acostumbrados a lidiar con el mítico amor de verano. La mayoría lo calificaríamos de perecedero, de improbable duración a largo plazo. Pero, a veces, lo que empieza como simple ilusión estival puede terminar por convertirse en algo serio, rompiéndose de esta manera la regla general.

Tras un largo invierno, de rutinas, de trabajo y, por consiguiente, de cansancio, llegan tiempos de cambios, por cortos que puedan parecer. A veces es suficiente con un simple viaje a la playa, con acudir a visitar a familiares en un pueblo del que nadie ha oído hablar, para relajar nuestras mentes y darnos un respiro. Es entonces cuando estamos más predispuestos a conocer gente, relacionarnos y terminar por caer en los brazos de un amor que, pese a tener fecha de caducidad, marca nuestros días de descanso.

Pero, ¿quién te dice que ese amor de verano no vuelva a hacer acto de presencia justo un año después? De hecho, muchos de nosotros hemos vivido algo así como un curso cíclico con el que parece que el destino trata de reírse de nosotros, abriéndonos los ojos y tratando de escribir un nuevo final a nuestra historia.

Están ese tipo de amores que se quemaron por culpa del sol y que tan sólo quieren pasar página, ver cómo su piel se renueva, empezando de cero, y esperar no quemarse otra vez por un nuevo sol. No obstante, hay otros que desean vivir un deja vú, experimentar sensaciones ya vividas tratando de renovarlas, esperando que, en esta ocasión, ese momento dure para siempre y la fecha de caducidad no termine por llegar.

Aun así, una cosa es cierta: el verano pasa, el moreno se irá perdiendo con la entrada del otoño y la luz se irá apagando progresivamente. Pero, y como aquellos que dicen que la energía no se destruye, sino que se transforma, el verano dará paso a una nueva temporada, el principio de una nueva época y, como cada año, todos terminaremos mirando hacia el futuro.

4 comentarios:

  1. Los amores de verano...

    Dicen que son los más recordados. Tan cortos como intensos, son parte tan importante de las vacaciones que sin ellos no sería lo mismo.

    Son amores especiales, saben a aventura, a libertad y nos dejan un buen recuerdo, quizá, porque duran poco.

    Los amores veraniegos valen la pena, siempre y cuando sepamos cuidarnos y saber decir adiós a la hora señalada. Si el romance perdura más allá de las vacaciones, entonces tendrá un valor agregado. Pero si no, al menos, lo hemos experimetnado.

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  3. Puede encenderse una luz en verano y apagarse en otoño. Puede encenderse una luz en verano y no apagarse nunca. O puede que esta última luz tenga ganas de encenderse y que tú no la enciendas.

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  4. si.. ami me pasa.. cuando me besa.. ya se tiene q ir

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