sábado, 10 de julio de 2010



Blanco. Silencio. El blanco se ha adueñado de mi vida.

Es curioso contemplar como tus días se enmarañan, ver como te adentras en un bucle de errores, de arrepentimientos, de laberintos mientras luchas en busca de la salida. ¿La salida hacia qué lugar? Siempre queremos evolucionar, cambiar, seguir el camino que trazamos antes de recorrerlo. Cuantas veces habré maldecido la estabilidad, la rutina, y, sin embargo, hoy me parece un tesoro que echo de menos. Normalidad, ¡qué poco la valoramos y cómo la echamos de menos cuando nos falta!

Confucio dijo que el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro mayor. Pero, ¿cómo podemos enmendar los errores que aún no entendemos cómo pudimos cometer? ¿Qué nos llevó allí? ¿Por qué no nos dimos cuenta antes, justo antes de llevar nuestras acciones a cabo, de que estábamos errando? Yo, que me consideraba una persona sensata, yo que creía haber encontrado la forma de trazar el camino, mi camino, me he perdido.

También dicen que se aprende de los errores que cometes, pero quizás la lección no nos ayude a evolucionar y, en su lugar, nos encerremos en nosotros mismos, temiendo volver a caer de nuevo.

El blanco se ha adueñado de mi vida. Sé que es ahora cuando debo actuar, cuando no debo permitir que el blanco se convierta en infinito. No puedo permitir que el silencio se haga un molesto compañero en el viaje en busca de la salida. Quizás la solución esté en encontrar el color con el que deseo teñir este blanco actual y, con ello, encontrar la salida. ¿La salida hacia dónde? Hacia la normalidad.

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